Enlace Cultural: En clase del Centro de Cómputo

sábado, 26 de marzo de 2011

En clase del Centro de Cómputo

Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.

José Martí

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La dejadez del Peruano

La dejadez del peruano

“Lo que puedes hacer o has soñado que podrías hacer, debes comenzarlo, la osadía lleva en si, genio, poder y magia”. Goethe

Curso : Literatura Peruana II

Profesora : Lic. Irene Vázquez Ramírez

Centro de Estudios : Universidad Nacional de Piura

Programa de Capacitación y Perfeccionamiento Magisterial

Todos los derechos reservados MMX

Dedicatoria

A los amigos de siempre.

Para aquellos que desterramos y confinamos la dejadez.

Introducción

En estos tiempos en los que se habla tanto de la globalización, en tiempos en los cuales la tecnología trata de imponerse frente a la mano de obra del hombre, en estos tiempos en que ya dejamos de hacer uso del cartero quien con su silbato y su bicicleta chacarera, era fácil presa de nuestros canes de casa, ahora hemos dejado eso, para hacer fácil uso del “email” a través de la internet, pero alguna vez nos habremos hecho la pregunta ¿somos consecuentes con nuestros deseos de superación? o es que la tecnología nos pone todo a la mano y con un clic, hacemos lo que queremos.

Nuestra actualidad y realidad cotidiana ha sido transgredida por una avalancha de descubrimientos informáticos y tecnológicos que han dado un giro - en muchos de los casos – positivo a nuestras vidas, pero estamos conscientes de que hacemos un óptimo uso a estas bondades de la tecnología, o es que aún los peruanos estamos atrapados en la “telaraña” de la inoperancia y dejadez, ¿seremos conformistas?, ¿nos gustará el facilismo?, o es que hacemos uso de nuestra viveza criolla al colarnos en un fila a la hora de pagar el teléfono, el agua, la luz, al comprar la entrada para el estadio, ¿estaremos respetando a nuestros semejantes?, ¿nos respetamos a nosotros mismos?, hacemos uso de los valores “que nos enseñaron en el colegio”, tantas premisas para un solo punto, tratar de estar a la vanguardia de un verdadero cambio que nos favorezca inicialmente a nosotros, con tal de superarnos de esa bendita cojudez llamada “dejadez”.

A través de estas líneas quiero dar mis puntos de vista, ya que algunas veces deje para mañana lo que pude hacer en el día, tomando como consigna la maldita estupidez: “al toque lo hago”, por lo que entonces, contribuí a que las estadísticas de la dejadez continúen sumando más adeptos.

Esperando que mi testimonio sirva como un apéndice a la ya desgastada bibliografía acerca de que el peruano es capaz de lograr muchas cosas, dejo sentado mi compromiso personal y con mi pueblo para no caer más en este atolladero.

Alpaes 2010

LA DEJADEZ DEL PERUANO

A través del transitorio tiempo en el que vengo respirando oxígeno peruano, que por cierto está ya muy contaminado, siempre escuche innumerables veces: pudimos realizarlo pero algo sucedió y todo se hecho a perder, haciendo referencia por ejemplo a la Revolución de Túpac Amaru II[1], en la que alguno de las huestes de nuestro señorial compatriota pecó de inoportuno y habló más de lo normal, por lo cual el virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa, le derrotó y ejecutó un año después[2].

O haciendo un ejemplo más próximo a nuestra realidad, lo que viene sucediendo desde hace veintiocho años con nuestra selección de fútbol de mayores, que solo ha conseguido una retahíla de fracasos y más fracasos, muy por el contrario de nuestras antagonistas las mujeres, pero en fin, ese no es el punto, mi apreciación va más allá.

Para un ejemplo más personal y puntual, el trece de febrero decidí no conciliar el sueño estudiando y dándole forma a un trabajo encargado de un curso del presente Semestre Académico del PCPM, todo estaba muy bien, “very good” u “ok” como dicen algunos alienados de la UNP. Aquella madrugada estuvo ataviada de innumerables tazas de café, música romántica de Camilo Sesto, Isabel Pantoja, Luis Miguel y unos cuantos bostezos que empañaban el monitor de mi computadora. A las tres de la madrugada la canción “si nos dejan” me tele transportaba a la realidad de mi trabajo, tenía que terminarlo sí o sí.

Insisto todo iba muy bien, pero un detalle eclipsó todo esa beldad, un craso error el que cometí: Olvidé comprar unos fólderes Manila. Ese material de escritorio que se utiliza para encarpetar los expedientes, aquellos fólderes eran cruciales para complementar mi trabajo encargado, pero lamentablemente olvidé comprarlos en alguna librería del centro, o el alguno de los “stands” de las afueras de la Universidad. Pero que incógnita encierra el hecho de lamentarme tan matutinalmente de no haberlos comprado en los lugares que he mencionado, he ahí la relación con el título de la presente apreciación.

Mi reloj marcaba las seis y cuarenta de la mañana, ya me había aseado y estaba a punto de tomar el típico desayuno peruano: pan con cafecito caliente, ya imaginaba la mirada de la profesora, en cuanto se iba a poner a revisar mi trabajo, que buena nota me he de sacar, decía muy para los adentros personales, era un hombre con súper ego, justo en ese instante me acorde de los benditos fólderes, adiós desayuno y hasta pronto con los pensamientos oníricos.

Ahora mi inquietud estaba basada en la necesidad de conseguir los fólderes, me fui raudo a una tienda por inmediaciones de mi domicilio, pero la tiendecilla estaba aún cerrada, me fui a otra más allá y de igual manera estaba cerrada, intente vanamente concitar la atención de los señores tenderos golpeando fuerte la puerta con un piedra, pero nadie me respondió, era domingo, ya eran casi las siete de la mañana. Que impotencia carajo, me dije, pero pensé y me propuse ir a otra tienda, pero en cada una de ellas obtenía la misma respuesta, nadie estaba dispuesto a levantarse a las siete de la mañana de un día domingo cualquiera y menos para atender por una compra tan irrisoria, tan banal.

Desesperado cogí mis cosas y salí apresurado a tomar una movilidad, que me llevará a mi centro de estudios, levanté mi mano izquierda y un amigo que tiene su taxi moto me dijo: sube “pelado”. Sentado en la movilidad, me atreví a decirle a mi amigo, ¡Oye, te pago la diferencia, pero llévame a una tienda, necesito comprar unos fólderes manila, para presentar unos trabajos!; “el mono” aceptó – así era el apelativo del conductor – continuamos el trayecto y paramos en una bodega a inmediaciones de la Urbanización Miraflores de Castilla, la tienda estaba cerrada. Busquemos otra le pedí, y así fue una segunda, tercera, cuarta y una enésima tienda y todas por ser día domingo y por que el reloj marcaba las siete con cuarenta minutos del día, estaban completamente cerradas. No soporte la indignación y le pedí a mi amigo que me dejará en el Colegio Carlota Ramos de Santolaya, estaba ofuscado, enfurecido, decía para mí: Por que carajo, todas las tiendas están cerradas, o es que a los peruanos nos sobra la plata.

Ese día perdí tiempo, dinero, llegué tarde y amanecí con una tremenda rabia ajena y continuaba pensando para mi: ¿Qué carajo nos pasa a los peruanos? y específicamente a los piuranos, que por ser domingo no existe la voluntad de hacer patria, abriendo los negocios desde temprano, o es que los peruanos padecemos de dejadez, de aquél adjetivo que el diccionario de la Real Academia Española, tiene definido como: (De dejado). f. Pereza, negligencia, abandono de sí mismo o de las cosas propias. Entonces cual es la diferencia somos dejados, somos perezosos, negligentes o nos auto abandonamos. Los más escépticos, seguro cuestionarán mis líneas y dirán: ¡No tenemos derecho a descansar un día a la semana!, lo que tú hablas es una utopía. Pero yo a manera de réplica, respondería: Estamos en condiciones de descansar un día a la semana, o es que ya hicimos lo suficiente durante la semana que ya feneció, pamplinas señores, un sencillo ejemplo, un trabajador administrativo nombrado trabaja de lunes a viernes en horario de 07:30 a.m. a 03:15 p.m., es decir un total de 07 horas con 45 minutos, casi 08 horas de trabajo, eso sin descontar la media hora del desayunito, la otra media hora del almuercito, una hora para trámite personales, y aún así nos quejamos de que trabajamos mucho, parece que estamos acostumbrados al trabajo fácil, claro está, esto va señalado a los señores del sector público, en el cual estoy inmerso de “los pies a la cabeza”, tal como reza alguna estrofa de una canción del grupo de pop mexicano Maná.

Pero estamos en la condición de no generar más alternativas para generar más horas de trabajo, es factible que los negocios abran tan tarde los fines de semana. Estoy completamente seguro que si nos amanecemos para un cumpleaños, en una parrillada, anticuchada, pollada, frejolada, etc, etc., bebiendo como vikingos y solicitando que la “chela este más al polo”. Es cierto que el calor norteño, es cómplice para que de vez en cuando, por no decir siempre, nos tomemos unas cervezas, acompañadas de un delicioso ceviche mixto, eso no es excusa para continuar forjando patria, estimados coterráneos.

Es por ello, que nos continúan llamando país del tercer mundo, país sub desarrollado y otras cosas más. Es por eso que el Fondo de Ayuda para la Infancia – Unicef – nos considera últimos en la comprensión lectora, o es por ello que en algunos países, cuando se acerca algún peruano, se aseguran las cosas, por temor al hurto y robo, tan dejados somos o es que queremos ser los vivos de siempre.

En una de las múltiples tertulias con mi amigo, el Dr. César Haro Díaz, docente principal de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Piura, oriundo de Ancash – Chimbote, pero radicado desde la adolescencia en Trujillo, me hacía notar que esa ciudad, tiene mejor infraestructura que Piura, que existen mejores centros comerciales, los negocios permanecen abiertos hasta altas horas de la noche, no existen servicio de taxi motos y muchas cosas más. De muy mala gana, acepte lo manifestado, pero a manera de réplica le hice ver que Trujillo es una de las ciudades más convulsionadas por el azote de la delincuencia, ciudades como el Porvenir, en las que los “faites” y “taitas” de las pseudo urbanizaciones, aún continúan tiñendo de sangre los lugares más recónditos de esta ciudad, y que ahora muchos de estos pícaros se conocen por los diarios populares de nuestra época, “el popular” para citar alguno de ellos. A manera de anécdota, una vez en los titulares de este diario aparece el siguiente titular: “Cae temible chato Haro”, la noticia me llamó poderosamente la atención, ese mismo día le pregunto a mi amigo si ese facineroso era su pariente, a lo que el Doctor con una sonrisa escudriñada y sarcástica me respondió: “habla bien pata”.

Pero, retomando el tema de la dejadez del peruano y del piurano en sí, me imaginaba a los pobladores de Japón, al año de la explosión de las bombas de Hiroshima y Nagasaki – algunos dirán que son contextos históricos diferentes – bueno pues que lo piensen, pero los pobladores de esas ciudades supieron salir adelante a pesar de las adversidades y de las secuelas que sigue causando la radiación. El pueblo de Japón es digno de emular, se sobrepusieron a todo y hoy en día son la segunda mejor economía, por debajo de la tierra del tío Sam. El pueblo japonés tuvo dignidad, se sobrepuso a la adversidad.

Citando este solo ejemplo, por que el pueblo peruano no puede tomar un cambio, seguramente saldrán voces a decir, ese un problema de antaño, por eso se “jodió el Perú”, tal como consta en varios análisis que han hecho un sin número de intelectuales en nuestro país. A mi parecer es una tarea difícil pero no imposible, solo debemos integrar nuestros lazos de hermandad y auto programarnos en el cerebro, de que somos capaces de logras cosas reales, históricas y efectivas.

Pero la dejadez quien nos la quita, quien quita que todos los días tengamos que escuchar a inmediaciones del Ovalo Grau, al señor pregonero “julia, julia, julia, julia, julia”, rompiéndonos el tímpano hasta el cansancio, o a los choferes y “chulillos” de las combis que nos ensordecen día a día: “grau, grau, grau, grau, grau” y con el sonido de sus claxón nos llega casi a una segura laberintitis, por que carajo, si los usuarios identificamos los paraderos, no caminamos tranquilamente a tomar nuestra movilidad, o es que ya estamos acostumbrados al bullicio de estos señores.

Algunos dicen que si al peruano no se le grita, éste no avanza. Creen ustedes que cuando un taxista nos dice – amigo, póngase el cinturón de seguridad – éste lo hace por que esta pensando en nosotros, falso de toda falsedad, el señor taxista está pensando en la multa que le puede aplicar o que ya le aplicó el o la policía que está en la esquina. O si imaginamos en la eterna burocracia que existe en el sector público, como es el caso de las universidades, poder judicial, sector educación, y otras instituciones más, seguro que gastaríamos muchísima tinta para describir lo que acontece.

La Madrugada del cuatro de Febrero de 1985, los piuranos y castellanos y gente de otras de varias latitudes, con gorros, sombreros y sombrillas; con banderas blanco-amarillas, y mucha emoción, iniciaban una peregrinación por las avenidas Grau y Progreso de Castilla, al igual que por la ribera del margen izquierdo del río Piura, desde tempranas horas la gente se apretujaba por las calles cercanas al “Campo Papal”, las organizaciones de atención médica y asistencia social en alerta, igualmente la Guardia Civil y la Guardia Republicana; entre las ocho y nueve de la mañana el recinto ya “estaba a full”; en el centro del mismo se había levantado un estrado, “el estrado Papal”, éste rodeado de adornos florales, todo un acontecimiento histórico que vivió la tierra del eterno calor para poder observar y recibir un hálito de esperanza por parte del Papa peregrino.

Veinticinco años después, El Vaticano informa que un Nuncio Apostólico visitará el campo papal, situado en Castilla (Asentamiento Humano Campo Polo), había que celebrar a lo grande las bodas de plata de tan apoteósica visita de su santidad Juan Pablo II, pero para ello se tuvo que retirar montañas de basura, más o menos unas cinco toneladas de maleza y desmonte por doquier, pero ¿por que tenemos que esperar a que nos digan lo que tenemos que hacer?, somos o no somos dejados, osea que si el Nuncio decía que iba a llegar a los 30 años, recién a esa fecha nos hubiésemos dedicado a limpiar el recinto papal.

Que difícil tarea estimados compatriotas, hay tanto pan por rebanar y con estas líneas suspendo por un instante la digitación del presente trabajo, mi pequeña y adorada unigénita Mariajosé me observa a cada instante, haciéndome recordar que tengo que llevarla a su paseo dominical.......

Conclusiones

Tengo la fiel convicción que en un futuro no muy lejano, las cosas cambiarán en mi querido Perú, es solo cuestión de incentivar en las generaciones nuevas, los hábitos de valores, respeto, amor a la patria, respetarnos personalmente y mutuamente, “sembrar, para luego cosechar”, que maravilloso sería que nuestra sociedad estuviera a la vanguardia de ciudades como Quito, Bogotá, Buenos Aires o Río de Janeiro, empecemos pues, nuestra misión desde este momento, siendo estudiantes responsables, con capacidad de emitir criterios diferentes para poder discrepar, frente a la abrumadora competencia leal y desleal. Seamos eso ahora, para que después en nuestro desarrollo y consolidación como docentes, podamos brindar lo mejor de nosotros a los estudiantes, que son el futuro del país, claro está que los gobiernos de turno tienen mucha responsabilidad en el futuro de las nuevas generaciones.

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